Desde el momento en que Israel entró en la tierra prometida, comenzaron a adorar a otros dioses. El ídolo más importante que adoraban se llamaba Baal. El culto a Baal se extendió rápidamente cuando el rey de Israel, Acab se casó con Jezabel, la princesa de Tiro (1 Reyes 16:31-32). Baal pasó de ser un dios adorado por un número marginal de israelitas a una deidad autorizada por el gobierno central.

La propagación del baalismo. Aunque vivieron en Israel, Jezabel y sus partidarios eran libres de adorar a Baal. Acab acomodó la idolatría de su mujer hasta el punto de construir un templo específicamente para Baal. La ley del Antiguo Testamento prohibía el matrimonio de Acab a Jezabel y la construcción de templos de Baal, pero el rey no permitió que esto se interpusiera en su camino. Jezabel no sólo quería la libertad de adorar a Baal en Israel sino que quería que Baal reemplazará a Yahvé (Jehová Dios) en el culto israelita (1 Reyes 18:1-15; 19:1-10). Debido a su influencia, el culto a Yahvé se hizo impopular durante el tiempo de Elías.

El trasfondo de Baal. La adoración de Baal había existido durante varios siglos en los antiguos países del Cercano Oriente antes de llegar a Israel. Se destacaba en Canaán y Fenicia, naciones cercanas a Israel que influyeron en gran medida al pueblo de Dios.

Baal era considerado el dios de la tormenta por sus seguidores. Se pensaba que él causaba la lluvia, la cuál era vital para que continuara la existencia de una comunidad agrícola. Baal también se representaba con relámpagos en la mano, y acompañado por fuego. De acuerdo con sus seguidores, Baal no sólo podía causar lluvia, pero podía hacer caer fuego del cielo.

La derrota de Baal. Tanto Elías y Eliseo fueron levantados por Dios para mostrar el error de adorar a Baal. Cada uno de los milagros de estos dos profetas demostraron que Yahvé era más poderoso que Baal. A través del poder de Dios, Elías detuvo la lluvia y no cayó en Israel durante tres años, revelando que Baal no podía ni controlar la lluvia. En el Monte Carmelo (1 Reyes 18), Baal no pudo mandar fuego del cielo a pesar de que sus sacerdotes clamaron a él todo el día. Elías y Eliseo demostraron que Baal no era ningún  dios en absoluto, sino un farsante gobernador que no existe. Yahvé, por otro lado, es amo y Señor de toda la creación.

 

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