El libro de 1 Pedro nos ha desafiado a que estamos en una guerra cultural. Debido a que pertenecemos a Jesús, el mundo que nos rodea siempre estará en contra de nuestras creencias y valores. Pero la batalla con nuestra cultura no es un esfuerzo perdido. Si los cristianos se mantienen firmes, el resultado puede no ser un cambio importante en la cultura. Pero esa no es la última medida para la victoria. Pedro entendió esto porque treinta años antes, Jesús le había enseñado cómo tener éxito en la batalla. Ahora Pedro toma los principios que había aprendido a los pies de Jesús y los aplica a su situación, y a la nuestra. Al comparar 1 Pedro 5 con Lucas 22, se aclaran tres instrucciones finales.
Afronta la batalla con humildad.
Lucas 22 relata la última noche que Jesús pasó con sus seguidores más cercanos antes de ir a la cruz. Después de comer con ellos, Jesús impartió algunas palabras finales de sabiduría. En un momento, los discípulos comenzaron a discutir sobre quién sería el mayor entre ellos (Lucas 22:24). Jesús los enderezó. “En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia” (Lucas 22:25). Pero sus seguidores deben rechazar el patrón de la cultura: “El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el líder debe ser como un sirviente” (Lucas 22:26).
Las palabras de Jesús se repiten en las de Pedro. Él abre el capítulo 5 hablando a los líderes de las iglesias. Él les advierte: “No abusen de la autoridad que tienen sobre los que están a su cargo.” (1 Pedro 5:3), sino servirles como un pastor. Luego aplica el principio a todos: “vístanse con humildad en su trato los unos con los otros” (1 Pedro 5:5), confiando en que “a su debido tiempo, él los levantará con honor.” (1 Pedro 5:6). La humildad no es lo opuesto al coraje. No significa ser pasivo o renunciar a la batalla. La humildad es simplemente confiar el resultado de nuestra batalla a Dios, buscando darle honor por los resultados a él en lugar de a nosotros mismos.
Satanás es el verdadero enemigo, no la cultura.
En esa última noche con sus seguidores, Jesús sabía que estaba a punto de ser arrestado falsamente, castigado brutalmente y finalmente ejecutado por las autoridades romanas y judías. Pero también sabía dónde se libraría la verdadera batalla. Así que le advirtió a Pedro (usando su nombre de pila): “Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandear a cada uno de ustedes como si fueran trigo; pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle” (Lucas 22:31-32). Satanás quería probar la lealtad de Pedro a Jesús. Eso sucedería en unas pocas horas. Pero Pedro ignoró la advertencia. Todavía no había aprendido la lección de la humildad. Declaró que estaba listo para ir a prisión o incluso morir por Jesús. Sin embargo, tres veces esa misma noche, negó incluso conocer a Jesús.
Finalmente, Pedro lo reconoció. Se recuperó de sus negaciones cobardes. Durante los siguientes 30 años, Pedro pasó la prueba a través de todo tipo de altibajos. Los líderes judíos lo habían arrestado y azotado porque no dejaba de hablar de Jesús (Hechos 5:26-40). El rey lo había arrojado a la cárcel a la espera de su ejecución (Hechos 12:1-4). A través de todo esto, Pedro entendió que las personas que se oponían a Jesús y le causaban problemas no eran el verdadero enemigo. Efesios 6:12 confirma este punto de vista. Explica que nuestra lucha no es contra enemigos de carne y hueso, sino contra poderes espirituales que obran en el mundo invisible. A la luz de esto, Pedro nos llama a la acción: “¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar. 9 Manténganse firmes contra él y sean fuertes en su fe.” (1 Pedro 5:8-9).
La verdadera lucha no ocurre en la política, los medios de comunicación o el mundo académico. No es contra las personas o los gobiernos que se oponen a los valores bíblicos. Debemos permanecer firmes por Jesús en esos ámbitos. Pero no nos atrevemos a descuidar la lucha más importante que tiene lugar a través de la oración (1 Pedro 4:7) y la santidad personal (1 Pedro 1:15-16).
Confía en Dios para recibir la victoria final.
Pedro ha sido honesto con sus lectores acerca de las pruebas (1 Pedro 1:6), la calumnia (1 Pedro 2:12, 15; 4:4) y el sufrimiento (1 Pedro 3:17; 4:13) que ellos tienen que enfrentar. Advirtió que Satanás es como un león poderoso que busca destruirnos. A pesar de estos desafíos, Pedro escribió con gran esperanza, porque sabía que Dios, y no la cultura ni Satanás, ganaría la victoria al final. Pedro aprendió esto directamente de Jesús. En Lucas 22, con su muerte a solo unas horas de distancia, Jesús animó a sus seguidores: “Ustedes han estado conmigo durante mis tiempos de prueba” (Lucas 22:28). En respuesta, “yo ahora les concedo el derecho 30 de comer y beber a mi mesa en mi reino” (Lucas 22:29-30). Jesús prometió que su muerte no sería una victoria final para el mal. Los cristianos pueden sufrir de muchas maneras por un tiempo, pero al final Dios recompensará a sus fieles seguidores.
1 Pedro termina con esta misma noticia esperanzadora. En los versículos 10-11, Pedro les recuerda a sus lectores la gran verdad que introdujo en el capítulo 1: “En su bondad, Dios los llamó a ustedes a que participen de su gloria eterna…” (1 Pedro 5:10). El sufrimiento es sólo temporal. Al final, Pedro confía en que Dios “los restaurará, los sostendrá, los fortalecerá y los afirmará sobre un fundamento sólido” (1 Pedro 5:10). Es por eso que Pedro puede decir, en el versículo 7, “Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.”.
La promesa del versículo 10 tiene dos aplicaciones importantes. Por un lado, tenemos la seguridad de que Dios nos mantendrá fuertes cuando la cultura vaya en contra de nuestros valores y creencias, incluso si sufrimos como resultado de no seguirla. Cuando tropezamos, Dios nos restaurará, como Pedro lo supo de primera mano. Pero Pedro también sabía que la guerra cultural podría conducir al martirio, como sucedió con él. Así que la segunda aplicación de esta promesa es eterna. Hay una restauración final por delante, cuando estemos unidos con Jesús al final de los tiempos.
Así que no tengas miedo cuando la cultura se vuelva contra ti a causa de tu fe. ¡Mantente firme! ¡No dejes de hacer lo correcto! Tenemos todas las razones para confiar en Dios. No importa lo que nos suceda en esta vida, le pertenecemos a él, y él obtendrá la victoria final.