Esta es nuestra lección número tres en nuestra serie corta sobre los Salmos populares. El Salmo que estamos viendo hoy fue escrito por David y lo escribió después de haber tomado terribles decisiones que lo llevaron a tocar fondo en su vida. Más cuando se vio encarado por Dios no puso resistencia ni excusas sino que se arrepintió. Así que el Salmo de hoy es un salmo de arrepentimiento.
El arrepentimiento puede sonar como una palabra complicada, pero en realidad significa algo muy sencillo: darse la vuelta y caminar en la dirección opuesta. Es mucho más que sentir remordimiento; es demostrar con nuestras acciones que hemos decidido cambiar de rumbo. El rey David escribió todo un salmo para expresar su corazón arrepentido: el Salmo 51.
David tenía una historia impresionante. Era el menor de siete hermanos, fácilmente ignorado, pero Dios lo escogió para ser rey de Israel. ¡Incluso venció a un gigante con solo cinco piedras y una honda! David amaba a Dios, pero permitió que la tentación y el pecado se interpusieran en su llamado. Tuvo una aventura amorosa con Betsabé y, para encubrir su pecado, mandó matar a su esposo. ¡David realmente se equivocó! Pero en lugar de esconderse, escribió el Salmo 51 como una oración de arrepentimiento. En él, nos muestra cómo luce un corazón verdaderamente arrepentido.
Comienza buscando misericordia: pídele a Dios que tenga compasión y no te dé el castigo que mereces.
Salmo 51:1-2 (NTV) Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados. Lávame de la culpa hasta que quede limpio y purifícame de mis pecados.
David sabía que no merecía una respuesta amorosa, pero aun así clamó por misericordia. Dios, en su compasión, no le dio el castigo que merecía. Esa es la esperanza que también tenemos nosotras.
Todas luchamos con el pecado. La cultura nos dice que no debemos sentirnos mal, que sigamos “nuestra verdad”. Pero la Biblia es clara: el pecado es ir por nuestro propio camino, poniendo nuestras emociones y opiniones por encima de la voluntad de Dios. Cuando reconocemos que hemos caído, el primer paso es admitir con humildad que merecemos juicio, pero servimos a un Dios misericordioso.
Reconoce que has pecado, arrepiéntete de verdad y cambia de dirección.
Salmo 51:3-4 (NTV) Pues reconozco mis rebeliones; día y noche me persiguen. Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo.
David estaba destrozado por cómo sus acciones habían herido a otros y deshonrado a Dios. Aunque no menciona sus pecados específicos en el salmo, podemos asumir que los confesó en oración. Hay poder en nombrar nuestros pecados delante de Dios. Si realmente estamos arrepentidas, debemos identificar lo que hicimos mal para poder estar alertas en el futuro.
Camina en nueva vida y comprométete a ser fiel al camino de Dios.
Salmo 51:10, 16-17 (NTV) Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te los ofrecería. Tampoco quieres una ofrenda quemada. El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios.
En el sistema del Antiguo Testamento, la gente ofrecía sacrificios para pagar por sus pecados. Pero David entendió que Dios no necesitaba más rituales. Lo que Él anhela es un corazón quebrantado y sincero.
Jesús vino a ser el sacrificio perfecto que pagó nuestra deuda. Cuando nos arrepentimos, nuestros pecados son perdonados y somos limpiadas—tan blancas como la nieve. Ya no somos esclavas del pecado; ahora somos nuevas en Cristo.
Así que, cuando te encuentres atrapada en el pecado, ten el corazón de David. No abuses de la gracia de Dios viviendo como quieras y pidiendo perdón después. Eso es lo que Pablo llama “tristeza del mundo”. En cambio, acércate a Dios con humildad, nombra tu pecado y comprométete a cambiar de dirección. Vive en la nueva vida que Jesús te ofrece.
Efesios 4:22-23 (NTV) Desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño. En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes.
¿Estás viviendo en rebeldía o caminando en libertad? Elige la libertad. El arrepentimiento no es debilidad, es valentía. Es reconocer que necesitamos a Dios y volver a su camino con un corazón sincero. Así como David fue restaurado, tú también puedes serlo. No sigas cargando con lo que Jesús ya llevó por ti. Él te ofrece una nueva vida, libre de culpa y llena de propósito. Regresa a Dios, rinde tu corazón y camina en la gracia.