Cuando se trata del futuro, la gente tiene todo tipo de ideas. Libros, películas e incluso conversaciones casuales parecen girar en torno a una misma pregunta: ¿Qué pasará al final del mundo? Es una de las grandes interrogantes que la humanidad se hace, y Hollywood adora responderla con dramatismo.
Basta con observar cuántas películas han intentado imaginar el fin: Armageddon, donde un enorme asteroide amenaza toda forma de vida; El día después de mañana, un desastre climático con consecuencias globales; Soy leyenda, en la que un virus elimina a la mayoría de la humanidad y deja a un único sobreviviente; Avengers: Infinity War y Endgame, donde un villano cósmico elimina la mitad de la vida y los héroes luchan por restaurarla. Otra más: Dejados atrás, basada en una visión cristiana del rapto, donde las personas desaparecen misteriosamente y el caos sigue.
Hoy vamos a examinar de dónde viene esa idea cristiana del rapto. Estudiaremos 1 Tesalonicenses 4:13–18. Estos seis versículos son fundamentales para ese tema. Para algunos, es una idea confusa; para otros, una fuente de esperanza. Pero para todos, vale la pena entenderla directamente desde la Biblia. Aunque la palabra “rapto” no aparece como tal en las versiones bíblicas, la idea está claramente reflejada en las Escrituras.
1 Tesalonicenses 4:17 (NTV) Luego, junto con ellos, los que aún sigamos vivos sobre la tierra seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para siempre.
La frase “seremos arrebatados” proviene del griego harpazō, que significa tomar por la fuerza, arrebatar o llevarse repentinamente. En la Vulgata Latina —una temprana traducción al latín de la Biblia— harpazō se tradujo como rapiemur, del verbo rapio, que también significa arrebatar o llevarse rápidamente. De esa raíz latina se deriva la palabra “rapto”.
Para entender el impacto de esta palabra, es útil conocer su contexto cultural. No era una palabra religiosa, y los creyentes de Tesalónica probablemente estaban familiarizados con ella a través de relatos mitológicos. Historias como la de Perséfone, raptada / arrebatada por Plutón (Hades) al inframundo, o la de Eneas, rescatado por su madre divina Afrodita, ilustran cómo estas culturas describían que los dioses arrebataban a los humanos.
Incluso en la Odisea y en las obras de Plutarco se relatan desapariciones repentinas por acción divina. Estas narraciones solían presentar a los dioses como caprichosos, arrebatando sin razón aparente.
Pablo toma esa imagen conocida de la mitología pagana —personas arrebatadas por seres divinos— y la redefine con verdad. No presenta a un dios impulsivo que actúa arbitrariamente, sino al Señor Jesucristo reuniendo a Su pueblo con amor y poder. No es una experiencia individual, sino colectiva, para toda la iglesia.
Ahora que entendemos el contexto bíblico y cultural detrás del rapto, podemos ir versículo por versículo para descubrir lo que Pablo quiso enseñar.
1 Tesalonicenses 4:13 (RVC) Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza.
Aquí, probablemente Pablo está respondiendo a inquietudes sobre creyentes que habían fallecido. La expresión “los que ya han muerto” hace referencia a la metáfora del sueño. En el Nuevo Testamento, la muerte de los creyentes es descrita con frecuencia como “dormir”.
Ejemplos clave incluyen Juan 11:11–14, donde Jesús dice que Lázaro “se ha dormido”, y Hechos 7:60, donde Esteban cae “dormido” al morir. Esta metáfora comunica descanso, paz y la expectativa de un despertar. La muerte no es definitiva para los creyentes.
La frase “para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza” aclara que Pablo no está prohibiendo el duelo. El lamento es humano y bíblico, como lo demuestra Juan 11:35: “Jesús lloró.” Sin embargo, el duelo cristiano tiene una característica única: está impregnado de esperanza. Y esa esperanza se basa en la resurrección.
Mientras el mundo sin fe ve la muerte como el fin, el creyente la ve como una puerta; un comienzo, no una clausura definitiva (Juan 11:11–14: Jesús dice que Lázaro “se ha dormido”. Hechos 7:60: Esteban cae “dormido” al morir).
Según el Expositor’s Bible Commentary, los Tesalonicenses habían llegado a pensar que los creyentes fallecidos no participarían del regreso glorioso de Cristo. Pablo corrige esa idea equivocada y ofrece una verdad que consuela, afirma y anima a todos los que esperan ese encuentro con el Señor. Por lo tanto, frente a la angustia de perderse el glorioso regreso del Señor, Pablo quiere corregir esa idea diciéndoles:
1 Tesalonicenses 4:14 (RVC) Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios levantará con Jesús a los que murieron en él.
La afirmación “Así como creemos que Jesús murió y resucitó” pone en el centro del mensaje cristiano la muerte y resurrección de Jesús como garantía inquebrantable del futuro del creyente. No se trata de ideas especulativas sobre el fin de los tiempos como las que ofrece Hollywood, sino de una convicción sólida y doctrinal que ha sostenido la fe desde el principio.
Cuando Pablo habla de “los que murieron en él”, está usando la metáfora del sueño, una imagen común en sus escritos para describir la muerte del creyente. Esto subraya que la muerte ha sido desarmada, como declara 1 Corintios 15:55, y que es temporal, tal como lo es el descanso nocturno.
En contraste, la muerte de Jesús no fue suave ni simbólica. Fue real, brutal y completa. Él cargó el peso total de la ira divina por nuestros pecados (Isaías 53:10, Romanos 5:8), y experimentó incluso la separación espiritual al recibir en sí mismo nuestro castigo (Mateo 27:46). Por eso, para quienes mueren en Cristo, la muerte se convierte en un breve sueño y en un glorioso despertar.
Con esta certeza como base, Pablo continúa su enseñanza para los creyentes que aún están vivos.
1 Tesalonicenses 4:15 (RVC) Les decimos esto como una enseñanza del Señor: Nosotros, los que vivimos, los que habremos quedado hasta que el Señor venga, no nos adelantaremos a los que murieron.
Cuando dice “les decimos esto como una enseñanza del Señor”, Pablo se refiere probablemente a una revelación directa o a una palabra profética recibida por él, ya que lo que está por anunciar no aparece con este detalle en los evangelios.
La expresión “hasta que el Señor venga” utiliza la palabra griega parusía, que se refiere a la presencia o llegada de alguien importante, y aquí, específicamente, a la venida de Cristo. Esta idea ya había sido mencionada por Pablo en la misma carta en tres ocasiones previas.
1 Tesalonicenses 1:10 (RVC) y esperar del cielo a su Hijo, a quien resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.
1 Tesalonicenses 2:19 (RVC) ¿Cuál es nuestra esperanza, nuestro gozo, o la corona con que nos presentaremos ante nuestro Señor Jesucristo en su venida? ¿No son ustedes?
1 Tesalonicenses 3:13 (RVC) para que se fortalezca su corazón y sean ustedes santos e irreprensibles delante de nuestro Dios y Padre, cuando venga nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.
Los primeros cristianos vivían con una profunda expectativa del regreso de Cristo, mucho más vívida que la que vemos entre muchos creyentes modernos. Sin embargo, aún no comprendían del todo cómo ocurriría ese regreso. Pablo, entonces, les revela que los creyentes vivos no se adelantarán a los que han muerto. Es decir, aquellos que han muerto no se perderán el gran día, sino que serán parte activa, como confirma el siguiente versículo.
1 Tesalonicenses 4:16 (RVC) Porque el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios. Y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Aquí Pablo describe cómo ocurrirá el evento: el Señor mismo bajará del cielo en forma visible y glorificada. Aunque no se indica quién da la “voz de mando”, algunos comentaristas sugieren que es Dios quien da la orden, una proclamación que rompe el silencio de la muerte y llama a los creyentes a la vida eterna.
También se menciona “la voz del arcángel”, recordándonos el pasaje de Mateo 24:31, donde Jesús habla de ángeles que reunirán a sus escogidos. En esta escena, el principal entre ellos acompaña el anuncio divino.
La “trompeta de Dios” también aparece en la descripción. En el Antiguo Testamento, la trompeta no se usaba como instrumento musical, sino como señal de guerra, reunión y juicio. En Joel 2:1 indica el Día del Señor, en Sofonías 1:15–16 anuncia batalla y juicio, en Isaías 27:13 reúne a los exiliados, y en Zacarías 9:14–16 Dios mismo la toca como parte de su intervención salvadora.
En la cultura romana también era un símbolo poderoso: guiaba movimientos militares y era tan fuerte en los funerales que se creía que los muertos la podían oír.
En el Nuevo Testamento, como en 1 Corintios 15:52 (NTV), leemos: “Sucederá en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando se toque la trompeta final…. los que hayan muerto resucitarán para vivir por siempre…” Así, la trompeta se convierte en un emblema divino que convoca, transforma y levanta.
Es por medio de esta trompeta que los muertos en Cristo resucitarán primero. Pablo quiere dejar claro que ellos no serán olvidados ni omitidos, sino priorizados en el cumplimiento de la promesa. Esta enseñanza elimina el temor que los tesalonicenses tenían de perderse el regreso de Cristo si morían antes. Al contrario, recibirán honra en la resurrección.
¿Pero qué con los vivos? Pablo revela qué ocurrirá con los que estén vivos en ese momento.
1 Tesalonicenses 4:17 (RVC) Luego nosotros, los que aún vivamos y hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para recibir en el aire al Señor, y así estaremos con el Señor siempre.
Este versículo retoma el término clave del mensaje: “arrebatados”, que proviene del griego harpazō y del latín rapio. Pero más allá del término, el mensaje está en el contexto. Seremos arrebatados “juntamente con ellos”, los muertos resucitados y los vivos creyentes.
Toda la iglesia será reunida. Pablo transforma una imagen familiar para sus oyentes —la de seres divinos arrebatando personas como en mitos antiguos— y le da una nueva profundidad: no es una experiencia solitaria, sino comunitaria. No es el acto de un dios caprichoso, sino del Señor Jesucristo reuniendo a Su pueblo con amor y poder.
La frase “para recibir en el aire al Señor” implica mucho más que un encuentro físico; implica comunión eterna. “Y así estaremos con el Señor siempre” es la promesa culminante: permanencia, unidad y gloria con Cristo para siempre.
Finalmente, Pablo concluye con una exhortación pastoral que resume todo lo anterior con propósito claro.
1 Tesalonicenses 4:18 (RVC) Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras.
Pablo concluye con una exhortación directa. Todo lo dicho anteriormente —la venida del Señor, la resurrección de los muertos, el arrebatamiento de los vivos, la reunión eterna con Cristo— no es simplemente doctrina; es consuelo activo, un ancla para el corazón creyente.
Esta esperanza no se guarda en silencio. Se comparte, se proclama, se convierte en aliento para otros. No está basada en teorías humanas ni en fantasías apocalípticas, sino en palabras inspiradas por Dios, centradas en Cristo y dirigidas a su pueblo.
Este mensaje alentador es solo para creyentes. La promesa de consuelo eterno y la reunión con Cristo está reservada para quienes han confiado en Él. Si tú no sabes dónde pasarás la eternidad, o no estás seguro de ella, confía en Jesús hoy. Entonces estarás listo para lo que la Biblia dice que sucederá al final del mundo. No como quien teme el juicio sino como quien espera el encuentro con su amado en las nubes.
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