La vez pasada preparamos el escenario para las cartas de Pablo a los Tesalonicenses. Esta es una de las primeras cartas de Pablo, escrita a una iglesia joven en la ciudad de Tesalónica. Había estado allí en su segundo viaje misionero (Hechos 17). Poco después, desde Corinto, escribió esta carta a la iglesia (Hechos 18).
Tesalónica era una ciudad bulliciosa en Macedonia con muchas “tribus”. Tribus o grupos como asambleas cívicas, cultos mistéricos paganos. Tesalónica también era un centro de grupos religiosos paganos: adoradores de Cabiro, Dioniso y otros. Ademas, era un lugar de asambleas del pueblo judío – se reunian en las sinagogas.
Entre todos estos grupos, estaban las asambleas Imperiales donde los ciudadanos expresaron su lealtad al César. En esto nos vamos a centrar esta semana a medida que cubrimos el resto del capítulo 1.
Empecemos con nuestra pregunta de enfoque para hoy: ¿Quién arreglará las cosas? Esa pregunta está en la mente de mucha gente hoy en día. El mundo se siente inestable: división política, confusión moral, guerra, incertidumbre económica, presión cultural de todos lados.
Todo el mundo parece estar buscando a alguien que intervenga y lo solucione. Algunos ponen sus esperanzas en un político. Otros confían en políticas, protestas o plataformas. Otros más buscan respuestas en celebridades o superestrellas. Pero en el fondo, todos nos preguntamos lo mismo. Afortunadamente, llegaremos a la respuesta de Pablo a esta pregunta en esta lección.
Primero, demos un poco más de contexto histórico a 1 Tesalonicenses. Así tendrás el contexto antes de leer los versículos. Quizás recuerdes algo de esto de la clase de historia o de literatura inglesa.
Antecedentes históricos: Julio César y César Augusto
- Julio César (100–44 a. C.)
Julio César fue un brillante general, orador y estadista que ascendió al poder durante los últimos años de la República romana. En el 49 a. C., cruzó el río Rubicón, iniciando una guerra civil. Para el 46 a. C., se declaró dictador vitalicio, consolidando el poder y poniendo fin a la estructura republicana tradicional de Roma.
El 15 de marzo del año 44 a. C. —los infames idus de marzo (hace referencia al 15 de marzo en el calendario romano, una fecha que se volvió infame por el asesinato de Julio César)— fue asesinado por un grupo de senadores que temían que se estuviera convirtiendo en un tirano. Tras su muerte, el Senado romano lo deificó, declarándolo Divus Julius («el divino Julio»). Este acto convirtió a su hijo adoptivo y heredero, Octavio, en el «hijo de Dios».
Nota al margen: Gran parte de lo que la gente hoy asocia con Julio César (su traición, sus últimas palabras y su asesinato) proviene de la famosa obra de William Shakespeare, Julio César, escrita en 1599. Versos como «Et tu, Brute?» y «Cuidado con los idus de marzo» han incrustado el legado de César en la cultura occidental.
- César Augusto (63 a. C. – 14 d. C.)
Cayo Octavio, posteriormente conocido como César Augusto, era sobrino nieto e hijo adoptivo de Julio César. Tras el asesinato de César, Octavio se alió con Marco Antonio y Lépido (el Segundo Triunvirato) para derrotar a los asesinos de César.
En el año 31 a. C., Octavio había derrotado a Antonio y Cleopatra, convirtiéndose en el gobernante indiscutible de Roma. En el año 27 a. C., el Senado le otorgó el título de “Augusto”, que significa “exaltado”, marcando el inicio formal del Imperio romano. Augusto no era sólo una figura política: era retratado como un gobernante divino: fue llamado salvador (Sōtēr). Además, fue honrado como hijo de un dios (debido a la deificación de Julio César). También se le conocía como señor y elogiado como el portador de la paz a través de la Pax Romana
La inscripción del calendario de Priene (9 a. C.)
En el año 9 a. C., los líderes romanos de Asia Menor emitieron un decreto que reorganizaba el calendario en torno al cumpleaños de Augusto (23 de septiembre). Este decreto fue grabado en piedra y descubierto siglos después en la ciudad de Priene. A continuación, parte de su contenido:
Es un día que podemos considerar con justicia equivalente al comienzo de todo… pues ha restaurado la forma de todo lo que se desmoronaba y se convertía en desgracia, y ha dado una nueva apariencia al Universo…
“Puesto que la Providencia… nos dio a Augusto… enviándolo como salvador, tanto para nosotros como para nuestros descendientes, para que pudiera acabar con la guerra y establecer el orden en todas partes… el cumpleaños del dios Augusto fue el comienzo de la buena nueva para el mundo…”
Ésta era la versión romana del evangelio: depositar toda su esperanza en el emperador. Las ciudades antiguas solían fechar su año en función de acontecimientos o gobernantes locales importantes. Al declarar el cumpleaños de Augusto como el “comienzo de una buena noticia”, Roma estaba redefiniendo el tiempo en torno a su emperador. Decía: la historia misma gira en torno de la vida de César.
Ahora tenemos el contexto necesario para los versículos de hoy:
1 Tesalonicenses 1:5 (NTV) Pues, cuando les llevamos la Buena Noticia, no fue solo con palabras sino también con poder, porque el Espíritu Santo les dio plena certeza de que lo que decíamos era verdad. Y ya saben de nuestra preocupación por ustedes por la forma en que nos comportamos entre ustedes.
Cuando Pablo y los primeros cristianos usaron la palabra “evangelio” (euangelion), no se trataba de un vocabulario religioso cualquiera: era un desafío directo a la afirmación de César. Recuerda que la semana pasada los cuatro evangelios aún no estaban escritos. En este punto era una tradición oral de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Ésta fue la verdadera “buena noticia” para Pablo. El mensaje que trajo a Tesalónica en Hechos 17.
Hechos 17:3 (NTV) Explicó las profecías y demostró que el Mesías tenía que sufrir y resucitar de los muertos. Decía: «Este Jesús, de quien les hablo, es el Mesías».
Este fue un llamado para unirse a esta nueva tribu (vimos esto la semana pasada). Un desafío directo a la afirmación de César. La buena noticia es sobre Jesús, no acerca de César.
La fe de los tesalonicenses se difundió ampliamente, no por su activismo político, sino por su lealtad a Cristo frente al sufrimiento.
1 Tesalonicenses 1:6-7 (NTV) Así que recibieron el mensaje con la alegría del Espíritu Santo, a pesar del gran sufrimiento que les trajo. De este modo nos imitaron a nosotros y también al Señor. 7 Como resultado, han llegado a ser un ejemplo para todos los creyentes de Grecia, es decir, por toda Macedonia y Acaya.
Para saber de este “gran sufrimiento que se menciona aquí, tenemos que regresar a Hechos 17. En si, Pablo y Silas predicaron en Tesalónica, pero su mensaje provocó oposición entre los judíos, quienes organizaron una turba y acusaron a los cristianos de traicionar al César al proclamar a Jesús como rey. Esto llevó a la persecución de los creyentes y obligó a Pablo y Silas a huir a Berea. Hablaremos más sobre esto más adelante en la serie.
1 Tesalonicenses 1:8 (NTV) Y ahora, la palabra del Señor está siendo anunciada, partiendo de ustedes a gente de todas partes, aun más allá de Macedonia y Acaya, pues adondequiera que vamos, encontramos personas que nos hablan de la fe que ustedes tienen en Dios. No hace falta que se la mencionemos, 9 pues no dejan de hablar de la maravillosa bienvenida que ustedes nos dieron y de cómo se apartaron de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero.
1 Tesalonicenses 1:6-8 muestra cómo su ejemplo se extendió por toda la región. Veamos unos puntos importantes de este pasaje:
la palabra del Señor está siendo anunciada
- ¡no el decreto sobre César!
partiendo de ustedes a gente de todas partes
- Ésta era su nueva identidad, su nueva tribu. ¡Y todo el mundo lo sabía!
Con respecto a 1 Tesalonicenses 1:8 el Comentario del NT del Pilar comenta que “Varios miembros de esta iglesia salieron a proclamar el evangelio, algunos de los cuales se mencionan más adelante en el Nuevo Testamento. Aristarco y Segundo, de Tesalónica, viajaron con Pablo y llegaron con él a Siria y Jerusalén (Hechos 20:4). Aristarco también acompañó a Pablo a Éfeso en el segundo viaje misionero (Hechos 19:29) e incluso lo siguió hasta Roma (Hechos 27:2; Colosenses 4:10; cf. Filemón 24). Jason, quien había servido como anfitrión para los apóstoles durante la evangelización inicial de la ciudad, más tarde viajó con Pablo a Corinto (Hechos 17:6-9; 18:1; Romanos 16:21, escrito posteriormente desde Corinto).
Los tesalonicenses se convirtieron de los ídolos al Dios vivo, abandonando por completo sus antiguas lealtades religiosas y cívicas.
1 Tesalonicenses 1:9 (NTV) pues no dejan de hablar de la maravillosa bienvenida que ustedes nos dieron y de cómo se apartaron de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero.
1 Tesalonicenses 1:9 subraya la naturaleza radical de su conversión. En otras palabras, los de Tesalónica no mezclaron su nueva fe con sus antiguas creencias religiosas, ni adoptaron a Dios como una más dentro de su panteón. En cambio, tomaron la decisión radical de abandonar por completo los dioses que habían formado parte del culto familiar y comunitario.
En esta sociedad griega y romana, donde el politeísmo y el pluralismo eran ampliamente aceptados, el evangelio no era bien recibido. Si bien la diversidad religiosa era tolerada, el abandono de las lealtades religiosas tradicionales—ya fueran deidades cívicas o familiares—era visto con desconfianza e incluso rechazo. Quizás el ídolo más grande: ¡César!
El regreso de Jesús, no el reinado de Roma, era la gran esperanza de los tesalonicenses. Confiaban en un rey celestial que los rescataría del juicio venidero.
1 Tesalonicenses 1:10 (NTV) También comentan cómo ustedes esperan con ansias la venida, desde el cielo, del Hijo de Dios, Jesús, a quien Dios levantó de los muertos. Él es quien nos rescató de los horrores del juicio venidero.
1 Tesalonicenses 1:10 proclama esta esperanza futura de la venida de Cristo para salvar a los suyos y juzgar al mundo. Para los creyentes, representa la certeza de que Jesús regresará para cumplir sus promesas futuras de completa paz, traer redención completa y establecer su reino eterno. Y es el Hijo de Dios: Jesús, no César.
Jesús nos ha rescatado, no la “pax romana” de César. Proclamar a Jesús como Señor en el mundo romano no era solo espiritual, sino también peligroso. Amenazaba la narrativa de poder y control del imperio.
Desde César Augusto hasta los presidentes modernos, la historia está llena de líderes que prometen paz, progreso y salvación. Pero ningún gobierno o gobernante humano, por poderoso o popular que sea, puede arreglar el corazón humano ni salvar al mundo. Por eso los primeros cristianos no construyeron su identidad en torno a Roma o al César, sino en torno a Cristo y sus reinos eternos.
El mundo puede ofrecer “evangelios” políticos, pero sólo Jesús trae la verdadera buena noticia: paz con Dios, perdón de los pecados y un reino que nunca terminará. ¿Recuerdas el decreto que reorganizó el calendario en torno al cumpleaños de Augusto? Declarando el cumpleaños de Augusto como el “comienzo de una buena noticia”. Eso no duró mucho. Cuando un nuevo emperador llegaba al poder, el conteo se reiniciaba.
Cuando los cristianos comenzaron a proclamar:“Jesús es el Señor” (Romanos 10:9) estaban declarando lealtad a un Rey cuyo reinado nunca se reiniciaría, cuyo reino es eterno. Y cuando la iglesia más tarde cambió a: Anno Domini – “En el año de nuestro Señor” (525 d.C.) estaban rechazando la línea de tiempo del emperador y marcando toda la historia con el nacimiento de Jesús.
- AC = Antes de Cristo
- AD – Anno Domini (Latín: “En el año de nuestro Señor”)
- DC – Después de Cristo
- ¡Así lo hacemos todavía hoy! Aunque en entornos académicos, seculares e interreligiosos, muchos utilizan ahora:
- AEC – Antes de la Era Común
- CE – Era común
Se pretende que los años a. C. y d. C. sean neutrales desde el punto de vista religioso, pero aun así se refieren exactamente a la misma línea de tiempo:
- AEC = AC (antes de Cristo)
- CE = AD o DC (en el año de nuestro Señor o después de Cristo).
Entonces, ¿Quién arreglará las cosas? Sólo mira un calendario. No será un político. No confíes en políticas, protestas o plataformas. No encontrarás respuestas definitivas de celebridades o superestrellas. Jesús es quien arreglará las cosas.