Haz clic aquí para ver el bosquejo del sermón.
Puntos de conversación:
- El amor de Dios por Israel fue fiel, pero no complaciente. Juan 4:8, Jeremías 31:3-4
- El amor de Dios por nosotros fue sacrificial, no sentimental. Romanos 5:8, Juan 15:3
- Nuestro amor hacia los demás debe ser humilde pero con firmeza. Gálatas 6:1
Hoy estamos desenmascarando la mentira creíble de que “amar significa afirmar”. La cultura actual tiende a confundir el amor con la afirmación. En este contexto, la palabra afirmar se entiende como complacer, es decir, validar y aceptar sin cuestionar. Muchas personas creen que, porque Dios nos ama, nos acepta tal como somos.
En parte, eso es cierto: Dios nos recibe tal como somos y desea que nos acerquemos a Él. Sin embargo, lo que a menudo se omite es que, aunque Dios nos acepta en nuestro estado actual, una vez que lo conocemos, estamos llamados a apartarnos del pecado y vivir una vida que lo honre. Debe haber una transformación como resultado de ese encuentro con Él. Muchos se quedan con una verdad a medias y promueven un amor sin corrección.
Uno pensaría que nunca han leído el siguiente pasaje:
Juan 8:1-5 (NTV) Jesús regresó al monte de los Olivos, 2 pero muy temprano a la mañana siguiente, estaba de vuelta en el templo. Pronto se juntó una multitud, y él se sentó a enseñarles. 3 Mientras hablaba, los maestros de la ley religiosa y los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio; la pusieron en medio de la multitud. 4 «Maestro—le dijeron a Jesús—, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. 5 La ley de Moisés manda apedrearla; ¿tú qué dices?».
Remontémonos a ese momento. Imaginemos la escena: la multitud guarda silencio, la mujer se siente humillada, los fariseos se muestran satisfechos. Todos quieren saber cómo responderá Jesús. ¿La condenará? ¿O la afirmará dándole la razón? Vivimos en un mundo que cree que esas son las únicas dos opciones. Pero Jesús nos muestra un tercer camino: un camino de verdad y de gracia, un camino que rechaza tanto la crueldad como el ceder en sus principios.
De eso vamos a hablar hoy: de la mentira creíble de que amar a alguien significa afirmar todo sobre esa persona. Esta es una falsedad que actualmente cuenta con muchos defensores que la difunden. Se ha infiltrado en todos los ámbitos de la sociedad. Se ha infiltrado en la iglesia (banderas arcoíris). También, se ha infiltrado en nuestro culto a Dios.
Algunos ejemplos de esto son canciones como “Eres Todo Para Mí” de Alex Campos. Esta canción se centra en el amor incondicional de Dios y en cómo Él nos acepta tal como somos. Aunque es profundamente emotiva y verdadera en muchos aspectos, no enfatiza el llamado a la transformación o a la santificación. Letra destacada: “No importa lo que fui, me amas como soy.”
Me encanta Alex Campos. Me gustan muchas de sus canciones. No les digo que dejen de escucharlo, pero debemos ejercer discernimiento al consumir música de alabanza moderna. Esa afirmación simplemente no es del todo cierta. También hay justicia, santidad y rectitud en el corazón de Dios. Siempre hay amor en el corazón de Dios, pero no solo hay amor en el corazón de Dios.
Otro ejemplo es la canción “Tal Como Soy” de Jesús Adrián Romero. Es una canción muy popular que transmite el mensaje de que Dios nos recibe sin condiciones. Aunque el amor de Dios ciertamente es así, la canción no menciona el proceso de cambio que sigue a esa aceptación. Letra destacada: “Tal como soy, me amas. Tal como soy, me aceptas.”
¿Estás bromeando? Él quiere transformarte sin reservas. Quiere hacerte más como Jesús. De hecho, ha prometido terminar la buena obra que comenzó en ti. Eso se llama santificación, y es una parte crucial de nuestro caminar con Jesús. Hay tantas cosas que quiero que Dios cambie en mí. Quiero que me ayude a ser más paciente. Quiero ser menos crítico. Quiero seguir creciendo en generosidad y humildad. En serio, estoy desesperado por que Dios siga cambiándome. Dios ama con perfección. Él es el modelo supremo del amor. En 1 Juan se nos dice que Dios es amor.
1 Juan 4:8 (NTV) …el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
Si queremos entender qué es el amor, debemos mirar a Dios. ¿Cómo ama Dios? Nuestra visión del amor está distorsionada por el pecado, por eso necesitamos acudir al autor del amor —el Dios que es amor— para comprender cómo Él ama.
Exploraremos cómo Dios amó a Israel en el Antiguo Testamento. Esto no significa que haya dejado de amarlos, sino que usaremos ese contexto para encontrar referencias bíblicas claras. También veremos cómo Dios nos ama como seguidores de Jesús. Finalmente, concluiremos reflexionando sobre cómo Dios nos ha llamado a amar a quienes nos rodean.
Sin más preámbulo, para comenzar, veamos cómo se manifestó el amor de Dios hacia Israel en el Antiguo Testamento. Este amor nos ofrece una base sólida para entender su carácter: un amor constante, pero también exigente. Y es que…
El amor de Dios por Israel fue fiel, pero no complaciente.
En otras palabras, el amor de Dios fue constante, pero no aprobaba todo. Los amaba, pero eso no significa que aceptara sin reprensión todo lo que hicieran. En el Salmo 136, el salmista declara 27 veces que el amor fiel de Dios perdura para siempre. Incluso en medio del pecado y la desobediencia de Israel, Dios los amó profundamente, pero no afirmó ni aprobó su comportamiento pecaminoso. Los disciplinó precisamente porque los amaba.
Jeremías 31:3-4 (NTV) Hace tiempo el Señor le dijo a Israel: «Yo te he amado, pueblo mío, con un amor eterno. Con amor inagotable te acerqué a mí. 4 Yo te reedificaré, mi virgen Israel. Volverás a ser feliz y con alegría danzarás con las panderetas.
El amor que Dios expresó hacia Israel no era exclusivo para ellos; es el mismo amor que Él tiene por cada creyente. Para entender mejor este amor, consideremos el contexto del pasaje de Jeremías: gran parte del mensaje de este profeta al pueblo de Israel fue de advertencia y condenación por su desobediencia e idolatría. Los capítulos 30 al 33 de Jeremías fueron escritos justo antes de la caída final de Jerusalén a manos de los babilonios. Israel iba a ser exiliado como consecuencia de su rebelión.
Sin embargo, esto no anuló el amor de Dios por su pueblo. Aun en medio de la disciplina, Dios les recuerda que los sigue amando. Este es un poderoso recordatorio para nosotros, especialmente como padres: debemos reforzar nuestro amor por nuestros hijos incluso en tiempos de corrección. Amar no significa evitar la disciplina.
Al contrario, Proverbios 3:11-12 nos exhorta a no rechazar la disciplina del Señor ni enojarnos cuando Él nos corrige: “Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido.” La disciplina, entonces, no es contraria al amor; es una prueba de él. Dios no nos corrige porque nos rechaza, sino porque nos ama demasiado como para dejarnos igual.
Ese amor no es superficial ni volátil. No se basa en emociones pasajeras, sino en una entrega profunda que lo llevó a dar a su Hijo por nosotros. Es un amor que actúa, que transforma, que corrige y que salva.
El amor de Dios por nosotros fue sacrificial, no sentimental.
Romanos 5:8 (NTV) pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Dios no esperó a que lo amáramos para actuar. Nos amó cuando aún éramos pecadores, y demostró ese amor con acciones concretas. Dios nos ama tal como somos, pero nos ama demasiado como para dejarnos donde estamos. Su amor nos encuentra justo en el lugar en que nos encontramos. No espera que nos limpiemos para amarnos, pero tampoco nos deja en nuestra condición desdichada.
Un ejemplo poderoso de este amor es la historia de Jesús sanando al leproso. Jesús lo tocó antes de sanarlo, cuando aún estaba impuro. Esto confirma que, sí, Dios nos ama tal como somos. Pero también lo sanó. Lo transformó. No lo dejó en el mismo estado en que se encontraba cuando acudió a Él.
Juan 15:13 (NTV) No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos.
Esta es una prueba contundente del amor de Jesús. No cabe duda de que Él nos ama. Dio su vida por nosotros y nos ofreció el mayor ejemplo de amor que alguien puede dar. Pero ¿afirmó nuestras acciones? Observa cuántas veces en las Escrituras Jesús reprendió a sus discípulos y los confrontó por su pecado. Aquí tienes algunos ejemplos:
- Lucas 9:54-55: Santiago y Juan quieren hacer descender fuego sobre una aldea de Samaria. Jesús se volvió y los reprendió.
- Lucas 22:24-25: Los discípulos discuten sobre quién será el mayor. Jesús los corrige y les enseña que no liderarán como los gentiles, sino que serán los mejores siervos.
- Marcos 8:31-33: Jesús les anuncia que será entregado a los líderes religiosos, asesinado y resucitará al tercer día. Pedro lo confronta por decir esto, y Jesús lo reprende con firmeza: “¡Aléjate de mí, Satanás!”. Inmediatamente después, se dirige a la multitud y les dice que, si quieren seguirlo, deben abandonar su propia manera de vivir. Necesitan entregar su vida, o la perderán.
Este definitivamente no es un lenguaje de afirmación sin condiciones.
Sin embargo, esto no nos da licencia para juzgar ni para ser déspotas con los demás. Tampoco debemos irnos al otro extremo, como hacen algunos. Como mencioné la semana pasada, hay quienes se aferran únicamente a la segunda parte del versículo que dice: “Dios es amor, pero también es fuego consumidor”. No debe ser así.
Nuestro amor hacia los demás debe ser humilde pero con firmeza.
Gálatas 6:1 (NTV) Amados hermanos, si otro creyente está dominado por algún pecado, ustedes, que son espirituales, deberían ayudarlo a volver al camino recto con ternura y humildad. Y tengan mucho cuidado de no caer ustedes en la misma tentación.
El versículo no nos está diciendo que aceptemos el pecado en la vida de un creyente. Nos llama, más bien, a ayudar con ternura y humildad a esa persona a volver al camino correcto. Y eso no es fácil. Se requiere valor y firmeza para demostrar este tipo de amor. A menudo, lo más sencillo es ignorarlo.
El pastor John tuvo que ejercer este amor con alguien que se había mudado recientemente a Colorado. La contactó para saber cómo estaba, ya que antes de su mudanza la había conectado con una mentora. Ella le respondió que estaba más feliz que nunca, que se quedaría en Colorado y que se estaba divorciando de su esposo.
Él cuenta que dudó durante tres días si debía responder. ¿Lo escucharía? ¿Se molestaría? Pensó: “Ya ni siquiera forma parte de mi congregación. ¿Debería involucrarme en esto?” Pero Dios lo confrontó y le hizo ver que, en el fondo, la verdadera pregunta era si la amaría a ella o se amaría a sí mismo —su paz, su reputación. Así que decidió hablar con ella y señalarle su error: que esa no era la voluntad de Dios, porque Dios está en contra del divorcio.
Pero no solo estamos llamados a alcanzar a otros creyentes.
Piensa en la historia de Jonás que vimos hace dos semanas. Dios lo llamó a predicar el arrepentimiento en Nínive. Jonás se mostró reacio, no por miedo ni por pensar que no responderían, sino porque no los amaba. No quería que Dios tuviera misericordia de ellos. Y cuando Dios los perdonó, se enojó.
Ahora quiero que dirijamos nuestra atención a la Gran Comisión que Jesús nos dio antes de ascender al cielo:
Mateo 28:18-20 (NTV) Jesús se acercó y dijo a sus discípulos: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. 19 Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. 20 Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos».
La Gran Comisión, dirigida a todos los creyentes, nos ordena enseñar a quienes vienen a Jesús a obedecer todos los mandamientos que Él nos ha dado. En ningún momento se nos instruye a afirmar o validar comportamientos pecaminosos.
Cuando confesamos que Jesús es el Señor (Romanos 10:9), estamos reconociendo su autoridad sobre nuestras vidas. Nos rendimos a Él. Y eso implica transformación. No se trata solo de una declaración verbal, sino de una entrega que produce un cambio real y continuo en nuestra manera de vivir.
Para concluir, volvamos al capítulo 8 del evangelio de Juan. Los fariseos exigen un veredicto. ¿Afirmará Jesús el pecado de la mujer? ¿La condenará públicamente? En medio de la tensión, Jesús se arrodilla, escribe en el polvo y pronuncia unas palabras que desarman a todos:
Juan 8:7 (NTV) Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les dijo: «¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra!»
Juan 8:9 (NTV) Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron solo Jesús y la mujer en medio de la multitud.
Juan 8:10-11 (NTV) Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer: —¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó? 11 —Ni uno, Señor—dijo ella. —Yo tampoco —le dijo Jesús—. Vete y no peques más.
Esta es la tercera opción: el camino de Jesús. Él no dice: “Yo te afirmo”. Él dice: “Te perdono. Ahora ve y cambia.” Misericordia y transformación, lado a lado. Eso es amor verdadero.
Nuestro mundo dice: “Si me amas, afírmame. Acéptame tal como soy.” Jesús dice: “Si te amo, te liberaré.” Su amor no ignora el pecado; lo vence. No celebra el quebrantamiento; lo sana. No nos dice que estamos bien tal como somos; nos transforma en nuevas criaturas. Es un amor que dice la verdad con humildad, valentía y firmeza.
Así que te dejo con esta pregunta: ¿Amas a las personas lo suficiente como para decirles la verdad?
El amor auténtico no se conforma con el silencio cómodo ni con la aprobación superficial. Amar de verdad implica estar dispuesto a incomodar, a hablar con gracia pero con firmeza cuando alguien se aleja de lo que es bueno, justo y verdadero. No se trata de juzgar, sino de cuidar. Porque el amor que no advierte, que no corrige, que no guía, no es amor: es indiferencia disfrazada.
Y esto no se limita al debate sobre la sexualidad o el transgénero —aunque ciertamente lo incluye—. También abarca cualquier área en la que la cultura nos presiona a callar la verdad en nombre de la aceptación. Ya sea en temas de identidad, ética, relaciones o decisiones personales, el amor verdadero no abandona la verdad para mantener una paz superficial. Al contrario, busca la paz que nace de la verdad de Dios.
- Lee los puntos de discusión anteriores en grupo, incluidas las citas bíblicas. ¿Cuáles son tus pensamientos iniciales sobre estos puntos?
- ¿Por qué crees que nuestra cultura equipara el amor con la afirmación? ¿Cómo ha afectado eso a las relaciones o a las iglesias hoy en día?
- ¿Cómo desafía la forma en que Dios amó a Israel en el Antiguo Testamento nuestra comprensión moderna del amor?
- ¿Cuáles son algunas maneras en que Jesús mostró amor sin afirmar el pecado durante Su ministerio?
- ¿Cómo puedes amar a alguien en tu vida que está tomando decisiones destructivas sin comprometer la verdad ni volverte duro?
- ¿Alguna vez has experimentado que alguien te ame lo suficiente como para decirte una verdad difícil? ¿Cómo te cambió eso?
- ¿De qué maneras puedes reflejar el “tercer camino” de Jesús —verdad y gracia— en tus propias relaciones esta semana?