En esta serie estamos profundizando en el árbol genealógico del niño Jesús, según Mateo 1. Es una parte que normalmente pasamos por alto —las genealogías— pero que contiene lecciones valiosas en los nombres inesperados que aparecen allí.
La genealogía de Mateo incluye tres conjuntos de catorce nombres: Abraham → David (historia del Antiguo Testamento) David → Exilio (reyes del Antiguo Testamento de Judá) Exilio → Mesías (período post-exílico)
La semana pasada vimos a Tamar, Rahab y Rut, tres de las cinco mujeres que Mateo incluye en su lista. Hoy nos detenemos en la sección de los reyes, el segundo conjunto de catorce nombres. Nos centraremos en tres figuras: Acaz, Ezequías y Manasés. Padre, hijo y nieto. Sus vidas muestran los altibajos de las generaciones y nos recuerdan que la historia de Navidad no es un relato de perfección, sino de fidelidad divina.
La semana pasada vimos a Tamar, Rahab y Rut, tres de las cinco mujeres que Mateo incluye en su lista. Hoy nos detenemos en la sección de los reyes, el segundo conjunto de catorce nombres. Nos centraremos en tres figuras: Acaz, Ezequías y Manasés. Padre, hijo y nieto. Sus vidas muestran los altibajos de las generaciones y nos recuerdan que la historia de Navidad no es un relato de perfección, sino de fidelidad divina.
Mateo 1:9b-10a (NTV) …Jotam fue el padre de Acaz. Acaz fue el padre de Ezequías. 10 Ezequías fue el padre de Manasés…
Primero hablemos de Acaz
2 Reyes 16:2-3 (NTV) Acaz tenía veinte años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén dieciséis años. Él no hizo lo que era agradable a los ojos del Señor su Dios, como sí lo había hecho su antepasado David. 3 En cambio, siguió el ejemplo de los reyes de Israel, hasta sacrificó a su propio hijo en el fuego. De esta manera, siguió las prácticas detestables de las naciones paganas que el Señor había expulsado de la tierra del paso de los israelitas.
Nota que Israel se dividió en dos después del reinado de Salomón. Así, se dividió en el reinado de “Israel” con 10 tribus en el norte y en el reinado de “Judá” con 2 tribus en el sur. Este reino del sur fue el que trazó el linaje de David. Cada rey era descendiente biológico de David. Esos son los reyes que Mateo está incluyendo en su genealogía.
Todos los reyes del Norte eran malvados. El Sur lo hizo un poco mejor ya que un puñado eran temerosos de Dios.
El rey Acaz de Judá (2 Reyes 16; 2 Crónicas 28) fue conocido por su idolatría. En vez de confiar en el Dios de Israel, imitó prácticas paganas. Entre ellas, llegó a sacrificar a su propio hijo en el fuego, siguiendo costumbres de los pueblos vecinos (como los moabitas y amonitas que ofrecían niños a Moloc).
El rey Acaz representa el pecado generacional: sacrificar lo que más importaba por miedo y autopreservación.
Acaz ofreció a su propio hijo como sacrificio humano, un acto claramente condenado por Dios. Su decisión refleja cómo los pecados del padre pueden afectar directamente a la siguiente generación: el hijo termina pagando las consecuencias de la rebelión de quien lo engendró. El reinado de Acaz nos enseña que apartarse del Señor trae destrucción, incluso dentro de la propia familia, dejando una herencia marcada por el dolor y la injusticia.
Ahora pasemos al segundo rey de este mensaje: Ezequías. A diferencia de su padre, él tomó medidas radicales para revertir el mal. Entre sus acciones más significativas estuvo romper la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque el pueblo de Israel había comenzado a ofrecerle sacrificios.
Esa figura se conocía como Nehustán, y Ezequías la destruyó para eliminar la idolatría. Fue uno de los pocos “buenos reyes” en la genealogía, un hombre que eligió la fidelidad y que se destacó por corregir lo que estaba torcido en la nación.
2 Reyes 18:5-7 (NTV) Ezequías confiaba en el Señor, Dios de Israel. No hubo nadie como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después de él. 6 Permaneció fiel al Señor en todo y obedeció cuidadosamente todos los mandatos que el Señor le había dado a Moisés. 7 Por eso el Señor estaba con él, y Ezequías tuvo éxito en todo lo que hizo. Se rebeló contra el rey de Asiria y se negó a pagarle tributo.
La historia más conocida sobre el rey Ezequías fue su firme postura contra el imperio asirio. Durante su reinado en Judá, esta nación enemiga avanzó contra el norte y el sur. Las tribus del norte finalmente cayeron bajo el poder de Asiria, un hecho histórico que marcó profundamente al pueblo. Judá se convirtió entonces en el siguiente objetivo de conquista.
El relato completo se encuentra en 2 Reyes 19, pero podemos destacar algunos momentos clave. Senaquerib, el rey de Asiria, se burló de Ezequías y del Dios de Israel, intentando intimidar al pueblo. Frente a esta amenaza, Ezequías no confió en su fuerza militar ni en alianzas humanas, sino que invocó humildemente al Señor para que lo librara.
La respuesta divina fue sorprendente: un ángel del Señor destruyó a 185.000 soldados asirios en una sola noche, cambiando el curso de la historia. Veinte años más tarde, los propios hijos de Senaquerib terminaron matándolo, cerrando así el ciclo de su arrogancia y mostrando que la justicia de Dios siempre prevalece.
El rey Ezequías rompió el ciclo confiando en Dios, quitando los ídolos y orando en tiempos de crisis demostrando que la gracia es más fuerte que la genética; tu pasado no tiene por qué definir tu futuro. 2 Reyes 18:5–7 Ezequiel 18:20
Recuerda que Ezequías fue el segundo hijo del rey Acaz. El primero había sido sacrificado en un altar pagano, víctima de las prácticas idolátricas de su padre. Sin embargo, Ezequías eligió un camino distinto y se convirtió en un ejemplo de fidelidad al Señor.
Para nosotros hoy, la Navidad es una época marcada por las tradiciones familiares. Es un buen momento para reflexionar sobre qué costumbres hemos recibido de nuestros padres y cuáles de ellas queremos transmitir a nuestros hijos. También es una oportunidad para preguntarnos qué patrones generacionales necesitamos eliminar, porque no estamos obligados a repetir tradiciones, sentimientos o creencias que no edifican.
En cambio, podemos decidir pasar a la siguiente generación patrones de adoración y servicio a Dios: asistir a la iglesia, participar en la vida comunitaria y servir tanto dentro como fuera de ella. Así, como Ezequías, podemos romper cadenas destructivas y dejar un legado de fe y obediencia al Señor.
Pasemos al último rey del que hablaremos hoy de la genealogía de Jesús: Manasés
2 Reyes 21:2-3 (NTV) Él hizo lo malo a los ojos del Señor y siguió las prácticas detestables de las naciones paganas que el Señor había expulsado de la tierra del paso de los israelitas. 3 Reconstruyó los santuarios paganos que su padre Ezequías había destruido. …
2 Reyes 21:6 (NTV) Manasés también sacrificó a su propio hijo en el fuego
¡Ni hablar! ¡De vuelta a las andadas de su abuelo!
El rey Manasés muestra que la fe no se hereda. Cada generación debe elegir a Dios por sí misma. Dios no tiene nietos. Los padres moldean ambientes, pero solo Dios cambia los corazones. 2 Reyes 21:2–6, Deuteronomio 6:4–7
La fe no se transmite de manera automática de una generación a otra. Aunque Ezequías fue un rey fiel al Señor, su hijo tuvo que tomar su propia decisión respecto a seguir o apartarse de los caminos de Dios. Cada generación enfrenta este mismo dilema: escoger entre la obediencia al Señor o la rebelión contra Él.
La historia de Manasés nos recuerda que no basta con tener padres o ancestros creyentes; cada persona debe responder personalmente al llamado de Dios. El evangelio es siempre una invitación viva y actual que exige una respuesta individual: ¿seguirás tú al Señor en tu generación? La fidelidad de Dios permanece constante, pero la decisión de caminar con Él corresponde a cada corazón.
Más adelante, cuando Manasés fue llevado cautivo a Babilonia, se humilló ante Dios y se arrepintió. Este hecho demuestra que cada generación tiene la oportunidad de decidir y que la misericordia divina alcanza incluso a quienes se han desviado. Siempre existe la posibilidad de arrepentimiento y restauración, porque el amor de Dios es más grande que cualquier fracaso humano.
Entonces, ¿qué hemos aprendido de la genealogía de Jesús? La semana pasada vimos que la historia de Navidad no trata de gente perfecta, sino de un Dios fiel que invita a personas externas a su familia.
Esta semana descubrimos que tampoco trata de familias perfectas, sino de un Dios que puede restaurar lo que las generaciones anteriores rompieron. Los reyes de Judá eran de la realeza, pero en muchos casos fueron un desastre real. El reinado de Acaz nos enseña que apartarse de Dios trae destrucción, incluso dentro de la propia familia.
En contraste, la genealogía bíblica muestra que Dios puede redimir una historia rota: aunque Acaz fue infiel, de su línea vendría finalmente Jesús, el Hijo que se entregó voluntariamente, no por idolatría, sino por amor.
Tu familia esta Navidad no necesita ser perfecta, ni tener un pasado limpio, ni aparentar santidad. La genealogía de Jesús nos recuerda que Dios incluye a Tamar, Rahab, Rut, Acaz y Manasés: personas quebradas, extranjeras, con historias de pecado y fracaso. La buena noticia es que Dios abre su familia a los que estaban lejos. Él invita a los de afuera a entrar, transforma la vergüenza en gracia y convierte las cicatrices en testimonio.
Así que esta Navidad, la pregunta no es si tu familia es digna, sino si estás dispuesto a recibir la invitación de Dios. Jesús vino para que tú y tu familia puedan ser parte de la suya. Y su mensaje sigue siendo el mismo: Ven, únete a mi familia. No porque seas perfecto, sino porque yo soy fiel.