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Puntos de conversación:
- El destino, muchas veces, se presenta envuelto en lo cotidiano. Mateo 25:21
- Las victorias privadas respaldan lo que haces en público. 1 Samuel 17:34–37
- Aprende a caminar con tu propia armadura. 1 Samuel 17:38–40
- Dios prepara tanto al obrero como la obra. 1 Samuel 17:50-51, 1 Samuel 5:1-4, Efesios 2:10
Las promesas de Dios siempre conllevan un proceso. La formación de un hombre o una mujer de Dios comienza mucho antes del momento del reconocimiento: en lugares ocultos, mediante la obediencia fiel y en el tiempo perfecto de Dios. A esto le llamamos proceso de desarrollo. Es como una fotografía antigua revelada en el cuarto oscuro, Dios forma a Su pueblo en lugares invisibles. La imagen ya está presente en el negativo, pero si se expone demasiado pronto, se arruina.
Así fue el proceso de desarrollo de David. A partir de ese proceso, aprenderemos cuatro lecciones importantes que nos ayudarán en nuestra propia formación para llegar a ser la persona que Dios quiere que seamos. En cada lección, compartiré una verdad bíblica y un paso de acción para que esta enseñanza sea lo más práctica posible para cada uno de nosotros.
Y es que la grandeza de David comenzó mucho antes de la batalla contra Goliat — en las rutinas ordinarias de pastorear y servir. Esto nos lleva a la primera lección que aprendemos del proceso de desarrollo de David:
El destino, muchas veces, se presenta envuelto en lo cotidiano.
Y en lo aparentemente insignificante. En 1 Samuel 17, se relata a David haciendo mandados para su padre — nada extraordinario ni memorable. Simplemente David, siendo un hijo obediente.
1 Samuel 17:17–20 Un día, Isaí le dijo a David: «Toma esta canasta de grano tostado y estos diez panes, y llévaselos de prisa a tus hermanos. 18 Y dale estos diez pedazos de queso a su capitán. Averigua cómo están tus hermanos y tráeme un informe de cómo les va». Los hermanos de David estaban con Saúl y el ejército israelita en el valle de Ela, peleando contra los filisteos. 20 Así que temprano a la mañana siguiente, David dejó las ovejas al cuidado de otro pastor y salió con los regalos, como Isaí le había indicado. Llegó al campamento justo cuando el ejército de Israel salía al campo de batalla dando gritos de guerra.
Ah, pero el gran momento de David llegó mientras hacía recados para su padre. Su gran momento comenzó con un pequeño acto de obediencia. Su padre le mando: “dale estos diez pedazos de queso” Estas son las tareas ignominiosas que ponen a prueba nuestra verdadera valía.
En este pasaje de la vida de David encontramos una verdad bíblica que no podemos ignorar: Quien no está dispuesto a servir, no está listo para liderar. Si eres demasiado grande para servir, eres demasiado pequeño para liderar.
A continuación quiero compartirte tres principios del Reino de Dios que respaldan esta verdad bíblica. Al cerrar el punto, te daré un paso de acción que puedes tomar hoy para que esta enseñanza sea práctica y transformadora en tu vida.
Primer principio: el reino de Dios crece a través de fidelidad en las pequeñas cosas. Jesús lo expresó claramente en Mateo 25:21: “Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades.” Esto nos enseña que la promoción en el Reino no depende de lo visible o lo grande, sino de la constancia en lo cotidiano.
Segundo, mientras el mundo celebra el ascenso, Dios celebra la obediencia. Cada “mandado de queso” —esos actos simples y aparentemente insignificantes de obediencia— forman parte del proceso de formación que Dios utiliza para preparar a sus siervos. Lo que parece pequeño ante los ojos humanos, tiene gran peso en el Reino.
Tercero: Dios honra la fidelidad en lo poco como plataforma para lo mucho. Tal como leímos en Mateo 25:21, “Has sido fiel en lo poco; ahora gobernarás sobre mucho.” Dios no ignora lo pequeño; lo usa como base para lo grande. Por eso, cada paso de obediencia, por más discreto que parezca, tiene un propósito eterno.
Ahora, tu paso de acción para esta semana es identificar una tarea “insignificante”; esas que no tienen reconocimiento ni gloria, esta semana y hazla como un acto de adoración (Colosenses 3:23). Y siempre recuerda: Sé fiel al amar a las personas difíciles, sé amable contigo mismo cuando estés cansado y sírve cuando nadie te esté mirando.
La segunda lección que quiero que aprendas del proceso de desarrollo de David es:
Las victorias privadas respaldan lo que haces en público.
1 Samuel 17:34-37 (NTV) Pero David insistió: —He estado cuidando las ovejas y las cabras de mi padre. Cuando un león o un oso viene para robar un cordero del rebaño, 35 yo lo persigo con un palo y rescato el cordero de su boca. Si el animal me ataca, lo tomo de la quijada y lo golpeo hasta matarlo. 36 Lo he hecho con leones y con osos, y lo haré también con este filisteo pagano, ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente! 37 ¡El mismo Señor que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo! Así que Saúl por fin accedió: —Está bien, adelante. ¡Y que el Señor esté contigo!
David no se enfrentó a Goliat por casualidad. Su valentía no nació en el campo de batalla, sino en la pradera, mientras cuidaba ovejas y enfrentaba desafíos que nadie más veía. Como él mismo lo expresa al enumerar las razones que lo capacitan para enfrentar al gigante: “Tu siervo ha matado tanto al león como al oso.”
Esa declaración revela una verdad profunda: la fe se fortalece en las batallas personales. La confianza de David no era arrogancia ni presunción, sino el fruto de una relación íntima con Dios, cultivada en lo secreto. Cada pequeña victoria en lo oculto fue parte del entrenamiento divino que lo preparó para los grandes momentos públicos.
La verdad bíblica es esta: la vida no cambia tanto; simplemente hay más en juego. Es como ese joven que juega fútbol en el parque con sus amigos. Ahí aprende a pasar el balón, a resistir la presión y a mantenerse enfocado. Años después, ese mismo joven está en una final nacional. El campo es más grande, hay miles de personas observando, pero los fundamentos siguen siendo los mismos: pasar, resistir la presión, mantenerse enfocado. Lo que ha cambiado no es la esencia del juego, sino lo que está en juego: un campeonato.
Esta verdad también trae una advertencia seria. Los compromisos privados —aquellos que se hacen en lo secreto, lejos de los reflectores— siempre terminan conduciendo a la vergüenza pública si no se manejan con integridad. Tus “leones y osos” son las tentaciones y los pecados que debes vencer en lo íntimo, en lo cotidiano.
Dios siempre advierte antes de exponerte y sacar tus trapitos al sol. Por eso, presta atención a la advertencia hoy. Como lo enseñan las Escrituras: “El pecado, cuando ha sido concebido, da a luz la muerte” (Santiago 1:15), y “El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).
Tu paso de acción para este punto es identificar tus propios “leones y osos”, es decir, aquellas batallas internas que enfrentas en lo secreto: envidia, lujuria, engaño, orgullo, o cualquier otra lucha que intente robarte tu integridad. No ignores esas áreas; reconócelas con honestidad delante de Dios. Luego, da el siguiente paso: confiesa tus pecados y tráelos a la luz con un creyente de confianza. La Escritura nos enseña que “confesad vuestros pecados unos a otros y orad unos por otros para que seáis sanados” (Santiago 5:16), y que “si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros” (1 Juan 1:7).
Tercera lección que aprendemos del proceso de desarrollo de David:
Aprende a caminar con tu propia armadura.
1 Samuel 17:38-40 (NTV) Después Saúl le dio a David su propia armadura: un casco de bronce y una cota de malla. 39 David se los puso, se ciñó la espada y probó dar unos pasos porque nunca antes se había vestido con algo semejante. —No puedo andar con todo esto—le dijo a Saúl—. No estoy acostumbrado a usarlo. Así que David se lo quitó. 40 Tomó cinco piedras lisas de un arroyo y las metió en su bolsa de pastor. Luego, armado únicamente con su vara de pastor y su honda, comenzó a cruzar el valle para luchar contra el filisteo.
Cuando Saúl le ofreció su armadura, David la probó, pero rápidamente se dio cuenta de que no podía moverse con libertad ni pelear con confianza. No era su forma, no era su historia, no era su proceso. Él había aprendido a confiar en Dios, no en lo exterior ni en lo que parecía más fuerte a los ojos humanos.
Más vale una honda en la mano que una espada que no te queda bien. Saúl intentó que David luchara con una armadura prestada, pero David tuvo que reconocer con qué Dios lo había equipado verdaderamente. Y es que nunca se puede ir a la guerra con armadura ajena. Lo que funciona para otros no necesariamente es lo que Dios ha preparado para ti.
Este momento no es solo un detalle técnico en la historia; es una profunda lección de identidad. David entendió que no podía pelear con lo que no le pertenecía. No necesitaba parecerse a Saúl para ser efectivo. Su confianza no estaba en una armadura prestada, sino en el Dios que lo había entrenado en lo secreto, mientras cuidaba ovejas y enfrentaba leones y osos con un palo. Esa preparación invisible fue suficiente para enfrentar al gigante visible.
La verdad bíblica que aprendemos de este punto es clara: no puedes guerrear en lo que no puedes caminar. Cuando David probó la armadura de Saúl, rápidamente se dio cuenta de que no era para él. No le pertenecía, no le quedaba bien, y ni siquiera podía moverse con libertad. Por eso dijo: “No puedo pelear con esto.”
Su fuerza no venía de lo que otros usaban, sino de lo que Dios le había dado personalmente. Esta escena nos enseña que la efectividad espiritual no depende de imitar a otros, sino de caminar con lo que Dios ha puesto en ti.
2 Samuel 21:22 (NTV) Estos cuatro filisteos eran descendientes de los gigantes de Gat, pero David y sus guerreros los mataron.
Esto sucedió años después; tal vez David los estaba esperando en el valle de Elah.
Otra verdad bíblica que encontramos aquí es que nosotros no hacemos cosas increíbles; simplemente estamos disponibles. Es Dios quien hace lo extraordinario. Esta frase nos recuerda que lo que Él busca no es perfección ni grandeza humana, sino corazones dispuestos. No se trata de tener habilidades extraordinarias, sino de estar presentes y entregados para que Dios obre lo extraordinario a través de nosotros.
Podemos ilustrarlo con los votos matrimoniales. No son espectaculares por sí solos; son palabras sencillas de compromiso. Pero con el tiempo, ese compromiso constante revela algo profundo: confianza, fidelidad y amor probado. Lo asombroso no ocurre en el momento de la promesa, sino en la constancia de vivirla día tras día.
Así también en nuestra vida espiritual, no se necesita ser increíble, solo estar presente y fiel. Lo asombroso —la transformación, la profundidad, el fruto— lo hace Dios a través del tiempo. Disponibilidad hoy, fidelidad mañana… y Dios se encarga del resto.
El paso de acción que debemos tomar para este punto es hacer una pregunta clave: ¿Qué ha puesto Dios en tus manos? Reconocer lo que ya tienes es el primer paso para caminar con propósito.
Identifica los dones espirituales que Dios te ha dado y sé fiel en las prácticas diarias que fortalecen tu fe. Al igual que David, no puedes guerrear en lo que no puedes caminar. Por eso, es fundamental aprender a caminar en tu llamado hoy, para que estés listo para luchar desde él mañana. Como dice 1 Timoteo 4:14–16, no descuides el don que hay en ti.
Ya casi para terminar, veamos la cuarta y última lección que aprendemos del proceso de desarrollo de David.
Dios prepara tanto al obrero como la obra.
1 Samuel 17:50-51 (NTV) Así David triunfó sobre el filisteo con solo una honda y una piedra, porque no tenía espada. 51 Después David corrió y sacó de su vaina la espada de Goliat y la usó para matarlo y cortarle la cabeza. Cuando los filisteos vieron que su campeón estaba muerto, se dieron la vuelta y huyeron.
Al cortar la cabeza de Goliat, David replicaba lo que Dios había hecho antes con Dagón
1 Samuel 5:1-4 (NTV) Después de que los filisteos capturaran el arca de Dios, la llevaron del campo de batalla en Ebenezer hasta la ciudad de Asdod. 2 Llevaron el arca de Dios al templo del dios Dagón y la pusieron junto a una estatua de Dagón. 3 Pero cuando los ciudadanos de Asdod fueron a verla a la mañana siguiente, ¡la estatua de Dagón había caído boca abajo delante del arca del Señor! Así que levantaron a Dagón y nuevamente lo colocaron en su lugar. 4 Pero temprano al día siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón había caído boca abajo frente al arca del Señor. Esta vez su cabeza y sus manos se habían quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto.
Cuando David cortó la cabeza de Goliat (lo que en la cultura antigua simbolizaba la humillación absoluta y la victoria final), no solo confirmó su victoria, sino que replicó un patrón que Dios ya había establecido: la humillación total de los enemigos que se levantan contra Él. Así como Dios derribó a Dagón —el dios de los filisteos— y dejó su cabeza cortada en el umbral del templo (1 Samuel 5), David hizo lo mismo con Goliat, exponiendo públicamente la impotencia del enemigo.
Esto revela un principio poderoso: Dios prepara tanto al obrero como la obra. David no solo fue formado en lo secreto —con la honda, el rebaño y la fe— sino que también fue llevado a un escenario donde la victoria ya estaba profetizada. La batalla no fue improvisada; fue parte de un diseño divino.
La decapitación de Goliat no fue solo un acto de guerra, fue una declaración espiritual: “Lo que Dios ya hizo en lo invisible, ahora lo manifiesta en lo visible.” Así que cuando Dios te llama, no solo te está preparando a ti —también está preparando el terreno, el momento y el impacto. Tu obediencia activa lo increible que solo Él puede hacer.
La verdad bíblica que aprendemos en este punto es que Dios siempre va un paso por delante. A lo largo de la Escritura vemos cómo Él prepara el escenario antes de que sus siervos entren en acción. El “retiro” de Abraham se convirtió en una guardería de naciones. El exilio de Moisés fue su campo de entrenamiento. El cautiverio de Nehemías sentó las bases para la reconstrucción de Jerusalén. Y la decepción de los discípulos abrió el camino para la resurrección. Nada de esto fue improvisado; Dios ya lo tenía planeado. Solo faltaba que aparecieran los personajes —los obreros que Él mismo levantaría.
Dios no está improvisando tu vida. Él la está escribiendo con intención y propósito. David no solo fue preparado para lanzar la piedra, sino también para tomar la espada del enemigo y completar la obra. Goliat no solo cayó, su derrota fue pública, simbólica y estratégica, al igual que la caída del ídolo Dagón. Cada detalle tenía un propósito mayor. Así es como Dios obra: con precisión, visión y anticipación.
Por eso, el paso de acción que debemos tomar es estar atentos a las “obras preparadas” que Dios coloca cada día en nuestro camino. Pueden ser citas divinas, puertas abiertas o conversaciones oportunas, como nos enseña Pablo en Colosenses 4:3–6. Además, nunca olvidemos nuestro propósito al venir a Cristo:
Efesios 2:10 (NTV) Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.
Para terminar, recuerda que David no se hizo grande de la noche a la mañana. Se hizo grande a través de años de fidelidad invisible. Dios está creando algo en ti, aunque todavía no puedas verlo. El proceso de cuarto oscuro lleva tiempo, pero la imagen se está formando.
2 Pedro 1:3 (NTV) Mediante su divino poder, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para llevar una vida de rectitud. Todo esto lo recibimos al llegar a conocer a aquel que nos llamó por medio de su maravillosa gloria y excelencia;
Todo lo que necesitas para vivir en rectitud ya está en ti a través de Cristo. El crecimiento espiritual no se trata de recibir más de Dios, sino de dar más de ti mismo a lo que Él ya ha sembrado en ti. Es como el crecimiento de un niño: el ADN ya está dentro de cada embrión, cada bebé; solo necesita desarrollarse.
La formación de un hombre o una mujer de Dios ocurre mucho antes del momento del reconocimiento: en lugares ocultos, a través de la obediencia fiel y en el tiempo perfecto de Dios. Las promesas de Dios siempre vienen acompañadas de un proceso. Su imagen ya está en ti; ahora permite que Él la enfoque y la defina con claridad
- Lee los puntos de discusión anteriores en grupo, incluidas las citas bíblicas. ¿Cuáles son tus pensamientos iniciales sobre estos puntos?
- ¿Por qué crees que Dios forma líderes en temporadas ocultas antes de las públicas? ¿Puedes recordar un momento en que Él te preparó en silencio antes de algo grande?
- ¿Cuáles han sido tus momentos tipo “llevar el queso” — esos pequeños actos de obediencia que te permitieron mostrar tu verdadera esencia?
- ¿Cómo puedes vencer tus “batallas privadas” para estar listo para llamados públicos? ¿Qué pasos prácticos te ayudan a mantenerte responsable?
- ¿Por qué es importante caminar con tu propia armadura en lugar de imitar el llamado de otro?
- ¿Cómo te anima saber que Dios te prepara a ti y a tus circunstancias con anticipación?
- ¿Qué parte del proceso de “formación” te cuesta más en este momento — esperar, confiar o permanecer fiel? ¿Qué verdad de esta enseñanza te ayuda a perseverar?
