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Puntos de conversación:
- La gratitud desplaza tu corazón hacia la esperanza y la alegría, y lo aleja de la amargura. 1 Tesalonicense 3:9
- Cuando oramos por alguien, tendemos a centrarnos en esa persona y no en nosotros mismos solamente. 1 Tesalonicense 3:10
- Ora para que Dios supere las barreras relacionales. 1 Tesalonicense 3:11
- Ora para que se amen unos a otros… y por todas las personas, incluso por tu enemigo. 1 Tesalonicense 3:12
- La oración en el panorama completo: Jesús va a regresar, prepáralos para ese día. 1 Tesalonicense 3:13
Una de las riquezas de estudiar versículo por versículo es que podemos adentrarnos en la historia, comprender el contexto y descubrir lo que Dios está haciendo en cada porción bíblica. Hoy vamos a hacerlo nuevamente, pero desde un enfoque muy práctico: la oración.
La semana pasada nos detuvimos en 1 Tesalonicenses 3:8. Hoy avanzaremos hasta los versículos 9 al 13, donde Pablo concluye esta sección de su carta con una oración por los tesalonicenses. Vamos a usar esa oración como modelo para aprender a interceder por otros: por un amigo que atraviesa pruebas, como las que vivía aquella iglesia; por alguien a quien estás discipulando; o incluso por un enemigo que te ha herido.
Nos detendremos especialmente en este último punto, porque para algunos, podría ser la enseñanza más transformadora de todo el pasaje. Y aunque parezca difícil, no es una idea nueva: Jesús mismo nos llamó a una oración radical, una que va más allá de nuestras emociones y responde al corazón del Padre:
Mateo 5:44 (NTV) Pero yo digo: ama a tus enemigos, ora por los que te persiguen.
La Biblia nos llama a orar incluso por quienes nos han herido, por aquellos que nos persiguen o nos han hecho mal. No se trata solo de orar por los amigos, por los que nos agradan o comparten nuestra fe. Jesús nos invita a algo más grande: a amar a nuestros enemigos. Y pocas cosas reflejan ese amor como el acto de interceder por ellos en oración. No los descartes. No los borres de tu lista espiritual. Recuerda que la oración tiene el poder de transformar corazones… empezando por el nuestro.
Con esta perspectiva clara en mente, es momento de entrar en el pasaje que estudiaremos hoy. Pablo cierra esta sección de su carta a los tesalonicenses con una oración profunda. Vamos a explorarla versículo por versículo, descubriendo cómo puede guiarnos a interceder por otros—ya sean amigos, discípulos, o incluso enemigos. Primero, te presentaré el versículo y después te daré el punto clave de ese versículo.
1 Tesalonicenses 3:9(NTV) ¡Cuánto le agradecemos a Dios por ustedes! Gracias a ustedes tenemos gran alegría cuando entramos en la presencia de Dios.
Lo que aprendemos de primas a primera es que:
La gratitud desplaza tu corazón hacia la esperanza y la alegría, y lo aleja de la amargura.
Trata siempre de iniciar tu oración con gratitud. Agradece a Dios no solo por algo, sino mejor aún… por alguien. Muchas personas se saltan ese momento y comienzan directamente pidiendo, como si la oración fuera una lista de necesidades. Pero Pablo nos da otro ejemplo: abre su oración agradeciendo a Dios por los tesalonicenses, por su fe firme aún en medio de la persecución (ver la semana pasada). ¿Y tú? ¿Qué surge en tu corazón cuando piensas en otra persona? ¿Por qué podrías estar agradecida?
Recuerda las palabras de Jesús: debemos orar no solamente por los que amamos, como lo hace Pablo aquí, sino también—y especialmente—por aquellos que nos cuesta amar. Por los que nos caen mal. Por los que nos han herido. Por los que quizá ni saben que han dejado una marca. Ora por tu enemigo.
¿Puedes encontrar algo por lo que estar agradecida cuando piensas en esa persona difícil? Quizá momentos del pasado que fueron buenos, su potencial dado por Dios, o incluso cómo el Señor está usando esa situación para ayudarte a crecer. Porque cuando oras por tu enemigo, la amargura empieza a disolverse. En su lugar nace una esperanza: la certeza de que Dios puede transformar ese corazón. Y esa expectativa produce gozo. No porque todo se haya resuelto, sino porque estás participando en algo mayor… intercediendo por una vida que puede acercarse al Señor y recibir salvación.
Es allí donde la gratitud se fortalece. Agradeces por el poder de Dios para cambiar corazones. Por Su ternura que te capacita para amar a quien te hirió. Por la invitación divina de formar parte de Su proceso redentor. Y de repente, lo que parecía imposible, empieza a ser transformado por la oración.
1 Tesalonicenses 3:10 (NTV) Día y noche oramos con fervor por ustedes, pidiéndole a Dios que nos permita volver a verlos y completar lo que falte en su fe.
Cuando oramos por alguien, tendemos a centrarnos en esa persona y no en nosotros mismos solamente.
Cuando oras por tus amigos, lo normal es enfocarte en lo malo que ellos están atravesando. Y cuando oras por tus enemigos, suele surgir lo malo que ellos están haciendo. Pero Pablo nos presenta una idea completamente diferente: no se trata solo de orar por ellos, sino también de orar por ti mismo al orar por ellos. Mejor dicho, por el impacto que tú puedes tener en sus vidas.
En este pasaje, Pablo ora específicamente para “completar lo que falte en su fe.” Sabemos que su ministerio en Tesalónica había sido interrumpido, y aunque la iglesia seguía firme, aún necesitaba más instrucción. De hecho, esa instrucción la veremos desplegada en los próximos dos capítulos de esta serie.
Ahora, ¿cómo se aplica esto a ti—ya sea que estés orando por amigos o por enemigos? Puedes comenzar diciendo: “Dios, ¿cómo quieres usarme en su historia?” Ora también por entendimiento, para poder ver lo que están viviendo desde Su perspectiva. “Muéstrame cómo animar, equipar o confrontar con amor si es necesario.”
A veces, mientras oro por alguien, le mando un mensaje de texto. Un podcast. Un versículo bíblico. Algo pequeño que sirva de puente. Porque Dios desea que seamos canales activos de bendición, no espectadores. Y eso sucede cuando dejamos de orar solo por lo que nosotros necesitamos y empezamos a orar por lo que otros podrían recibir.
Y aquí hay un regalo extra: muchas veces, cuando oras por los demás, recibes justo lo que tú también necesitabas. Así que no te enfoques solo en ti cuando ores. Hay más bendición cuando tu oración se convierte en intercesión.
1 Tesalonicenses 3:11 (NTV) Que Dios nuestro Padre y nuestro Señor Jesús nos lleven muy pronto a verlos a ustedes.
Ora para que Dios supere las barreras relacionales.
¿Recuerdas lo que vimos la semana pasada? Pablo, Silas y Timoteo estaban intentando regresar a Tesalónica, pero Satanás se interponía en su camino. Aun así, no se rindieron: oraban con fervor para reencontrarse. Querían restaurar una conexión espiritual, pastoral, formativa… y también de amistad. No solo deseaban volver físicamente, deseaban volver con propósito.
Ese mismo tipo de oración es la que necesitamos hoy. Oremos para que Dios supere las barreras relacionales que nos separan. Porque es sencillo orar por quienes amamos, pero cuesta—y cuesta mucho—orar por quienes nos han herido. Sin embargo, allí se revela el poder de la intercesión: cuando pedimos no solo por bendición, sino por reconciliación.
Y claro, sabemos que la restauración no depende únicamente de nosotros. También depende de la otra persona, y quizá no quiera abrirse. Ese es el gran desafío y es allí donde la oración se convierte en acto radical. No en reacción emocional, sino en respuesta al corazón del Padre. Pero aun así, no estamos exentos de obedecer. Porque el mandato permanece:
Romanos 12:18 (NTV) Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos.
En el griego original, el verbo “hagan” está en modo imperativo. Eso significa que no se trata solo de un consejo sabio o una sugerencia piadosa—es un mandato. Pablo está instruyendo a los creyentes a esforzarse activamente por mantener la paz, no como una opción secundaria, sino como una expresión esencial del carácter cristiano. No es algo que hacemos si nos sentimos listos, sino algo que elegimos porque reflejamos a Cristo.
Por eso, oremos para que Dios intervenga en las relaciones rotas, para que Su poder atraviese las barreras que nosotros no podemos cruzar. A Satanás le encanta la división, porque sabe que el aislamiento debilita. Pero a Dios le encanta la conexión, porque sabe que la comunión fortalece.
Así que haz todo lo que esté en tus manos por restablecer esa relación, para que vivas en paz con todos. Y si esa persona no acepta tus intentos sinceros de reconciliación, entonces te queda algo aún más poderoso: perdonar en tu corazón y seguir orando para que Dios haga Su obra. Porque a veces, la restauración tarda… pero nunca se detiene cuando la gracia está trabajando.
Ya casi llegamos al último versículo del capítulo 3. Y apenas ahora Pablo ora por ellos. Lo que nos muestra que la intercesión no es un punto final… es una puerta de entrada a la obra continua de Dios en las relaciones.
1 Tesalonicenses 3:12 (NTV) Y que el Señor haga crecer y sobreabundar el amor que tienen unos por otros y por toda la gente, tanto como sobreabunda nuestro amor por ustedes.
Ora para que se amen unos a otros… y por todas las personas, incluso por tu enemigo.
Finalmente llegamos al momento de la oración en el que Pablo comienza a interceder por ellos. Pide que se amen sobreabundantemente “unos a otros”, es decir, entre creyentes. Pero no se detiene allí. También ora para que ese amor sobreabundante alcance a “toda la gente”, lo que incluye a personas difíciles, a los que se oponen, a los que los persiguen.
Este amor del que Pablo habla no es superficial ni condicionado. No depende de simpatía, ni de conveniencia. Es un amor que nace de Dios y desafía toda lógica humana. Y cuando oras para amar así a quienes te han herido, estás entrando en el corazón mismo de Jesús. Ya lo vimos al comienzo: en Mateo, Él nos llama a orar por nuestros enemigos. No como una idea idealista… sino como una práctica de fe radical.
Así que llévalo a tu propia vida. Aplica esto a tus enemigos. ¿Puedes orar por ellos sin resentimiento? Intenta hacerlo, incluso si cuesta. Di: “Dios, ayúdalos a amar.” Porque tú sabes que eso les cuesta. Y añade: “Ayúdame a amarlos.” Porque tú también lo necesitas. Pídele al Señor que te dé un amor tan abundante, que sobrepase tu capacidad humana y se convierta en canal de redención. Que fluya hacia todos—amigos o enemigos—hasta que Su amor se convierta en tu respuesta automática.
Terminemos con el último versículo:
1 Tesalonicenses 3:13 (NTV) Que él, como resultado, fortalezca su corazón para que esté sin culpa y sea santo al estar ustedes delante de Dios nuestro Padre cuando nuestro Señor Jesús regrese con todo su pueblo santo. Amén.
La oración en el panorama completo: Jesús va a regresar, prepáralos para ese día.
Este versículo cierra la oración que comenzó en los versículos anteriores, donde Pablo primero agradece por los tesalonicenses, luego ora para que crezcan en amor, y finalmente concluye pidiendo que estén espiritualmente preparados para el regreso de Jesús. Esta forma de orar—con la eternidad en mente—nos ayuda a no quedar atrapados en lo inmediato, a no centrarnos demasiado en las cuestiones temporales que a menudo ocupan nuestro corazón.
Porque sí, cuando oramos por los amigos, solemos enfocarnos en las pruebas que están atravesando. Cuando oramos por los enemigos, en cambio, pensamos en lo que nos han hecho. Pero todas esas situaciones pertenecen al aquí y al ahora. Son reales, sí, pero son pasajeras. La eternidad, en cambio, es permanente. Y orar con esa perspectiva nos lleva a elevar el propósito: no solo pedir alivio, sino salvación.
Ora para que Dios les abra los ojos. Para que se arrepientan de todo pecado y puedan presentarse ante Él sin culpa. No para que simplemente cambien de actitud, sino para que cambien de destino eterno. Porque sin esa transformación, la eternidad les quedaría lejos de Dios. Pero si tú oras, si intercedes, si clamas… tus oraciones pueden abrir una puerta. Pueden ser el puente que los acerque al conocimiento de Cristo. Y por esa gracia, puedan pasar la eternidad en el cielo.
Hoy quiero dejarte con un reto que va más allá de una buena intención. Detente por un momento y pregúntate: ¿por quién necesito comenzar a orar de esta manera? Puede que ni siquiera hayas terminado de hacerte la pregunta cuando ya el nombre aparece en tu mente—lo reconoces sin dificultad, aunque te cueste aceptarlo. Y si sientes que no hay nadie, entonces pídele al Señor que te revele a quién incluir en tu oración.
Si hay una relación que debe ser restaurada, ora por reconciliación. Si sabes que has fallado, ora por perdón, pídele a Dios las palabras y el momento, y da el paso: ve y pide perdón. Si lo que se necesita es salvación, clama para que, si tú no puedes compartir el evangelio directamente, Dios mande a alguien que lo haga en tu lugar.
Es tiempo de dejar de orar únicamente por tus propias heridas, por tus necesidades o por lo que otros te han hecho. Comienza a orar con los ojos puestos en alguien más. Con el corazón abierto para interceder por su redención. Porque cuando tu oración deja de girar en torno a ti, y empiezas a luchar por la salvación de otro…estás reflejando el amor que transforma vidas y abre caminos hacia la eternidad..
Ver también:
- Lee los puntos de discusión anteriores en grupo, incluidas las citas bíblicas. ¿Cuáles son tus pensamientos iniciales sobre estos puntos?
- ¿Con qué frecuencia comienzas tus oraciones con gratitud por los demás? ¿Cómo podría esto cambiar tu corazón?
- ¿Recuerdas alguna ocasión en que Dios te usó para llenar un vacío en la fe o el crecimiento de otra persona? ¿Qué sucedió?
- ¿Hay alguna relación en tu vida por la que necesites orar por la reconciliación o la paz? ¿Cómo puedes empezar a orar de otra manera?
- ¿A quién le resulta difícil amar ahora mismo? ¿Cómo podrías aplicar la oración de Pablo a esa situación?
- ¿Por qué es importante tener presente la eternidad al orar? ¿Cómo cambia esto nuestra perspectiva sobre las dificultades temporales?
- ¿Por quién, amigo o enemigo, te sientes inspirado a empezar a orar hoy? ¿Cuál es tu primer paso?