La gracia de Dios es uno de los conceptos más sorprendentes y radicales en la historia. Es el favor inmerecido de Dios, su ayuda sin condiciones, su amor que no depende de lo que hacemos. Pero esta idea es difícil de aceptar porque va en contra de nuestra lógica humana.
En nuestra vida cotidiana, estamos acostumbrados a recibir lo que merecemos. Si trabajamos duro, esperamos una recompensa. Si nos esforzamos, queremos reconocimiento. Pero la gracia de Dios no funciona así. Dios nos ayuda sin exigir nada a cambio.
La Biblia nos dice que todos necesitamos la gracia de Dios. En Efesios 2:1-3, se describe la condición humana como espiritualmente muerta, incapaz de salvarse por sí misma. Sin embargo, Dios, en su amor, nos ofrece vida nueva a través de Jesús.
Efesios 2:1-3 (NTV) Antes, ustedes estaban muertos a causa de sus desobediencias y pecados, los cuales practicaban en otro tiempo siguiendo los caminos de este mundo. Obedecían al diablo… Todos vivíamos así en el pasado, y seguíamos los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa. Como todos los demás, éramos objeto de la ira de Dios.
Cuando Jesús murió en la cruz, pagó el precio por nuestros pecados y nos dio la oportunidad de recibir una nueva vida.
Efesios 2:8 (NTV) Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios.
Efesios 1:6-7 nos recuerda que la salvación es por gracia, no por obras. No podemos ganarla, solo podemos aceptarla con fe. Cuando aceptamos la ayuda de Dios, nuestro destino cambia.
Efesios 1:6-7 (NTV) Por lo tanto, alabamos a Dios por la abundante gracia que derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado. Dios es tan rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados.
Pero aquí es donde surge el escándalo de la gracia: muchas personas luchan por creer que la gracia de Dios es suficiente. Nos cuesta aceptar que no tenemos que hacer nada para merecerla. Queremos agregar nuestras propias acciones, nuestra propia justicia, pero la Biblia es clara: si mezclamos méritos con gracia, la anulamos.
Romanos 11:5-6 (NTV) Así que en este tiempo también hay un remanente escogido por gracia de Dios. Y si es por gracia, ya no puede basarse en las obras. Si fuera por obras, la gracia dejaría de ser gracia.
Otro aspecto escandaloso de la gracia de Dios es que nadie está fuera de su alcance, ni siquiera aquellos que consideramos los peores pecadores. La gracia de Dios no funciona como nuestro sentido de justicia humana. En nuestra mente, alguien como Hitler, que causó tanto sufrimiento, no debería tener la oportunidad de ser salvo. Pero la Biblia enseña que la salvación no depende del pasado de una persona, sino de su arrepentimiento genuino y de la obra de Cristo.
Tito 3:5-7 (NTV) Él nos salvó, no por las acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia. Nos lavó, quitando nuestros pecados, y nos dio un nuevo nacimiento y vida nueva por medio del Espíritu Santo. Él derramó su Espíritu sobre nosotros en abundancia, por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Esto significa que, si cualquier persona, por más pecadora que haya sido, se arrepiente de verdad y pone su fe en Jesús, Dios le ofrece su gracia y salvación. Este concepto puede ser difícil de aceptar, porque queremos que la justicia funcione según nuestros estándares morales. Pero Dios actúa con una misericordia mayor de la que podemos comprender. La gracia es escandalosa porque desafía nuestra lógica: ¿cómo es posible que alguien tan malo pueda recibir el mismo perdón que alguien que ha tratado de vivir bien toda su vida? Eso no significa que el pecado no importa. Lo que significa es que nadie puede salvarse por sí mismo—solo por la gracia de Dios.
En fin, la gracia de Dios es totalmente gratuita. No importa cuán bueno o malo haya sido alguien, Dios ofrece su gracia a todos. Esto es difícil de aceptar porque nos gusta pensar que algunas personas merecen más la salvación que otras. Pero la verdad es que nadie la merece, y aun así, Dios la da. Este es el escándalo de la gracia: Dios nos ama y nos salva sin condiciones. No porque lo merezcamos, sino porque Él es bueno.
Ver también: